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L a P e d r @ d a

CAMILO MÁS CERCANO HOY

CAMILO MÁS CERCANO HOY Granma.

Cada 28 de octubre los cubanos tenemos una cita con el mar. Y es que el pueblo reconoce en Camilo Cienfuegos al hombre leal e íntegro, al héroe inolvidable de nuestra última gesta por la liberación, al ser humano que a golpe de valor, audacia, sencillez y grandeza, llegó hasta nosotros y se quedó para siempre en la memoria histórica de la nación.

Por eso, nos acompaña en estos momentos de crecientes amenazas del imperio que no cesa en sus vanos intentos de doblegarnos, en el esfuerzo cotidiano de cada hombre y mujer que se sienta patriota por construir una sociedad más justa, en la Batalla de Ideas, en el ejemplo digno de Gerardo, Fernando, Ramón, Tony y René.

Ríos de flores colmarán hoy nuestros mares como digno tributo al Señor de la Vanguardia. A 44 años de su desaparición física, Camilo sigue junto a su pueblo, pero cada vez más cercano.

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(28 de octubre de 2003)

HIMNO A CAMILO CIENFUEGOS.

Luis Suardíaz. Granma.

La Crisis de Octubre de 1962, tuvo como escenario a Cuba y a todo el Caribe, pero estremeció al mundo. En su histórica Carta de despedida el Che afirmó que pocas veces un estadista brilló como Fidel en aquellos días cruciales que justamente calificó de luminosos y tristes. En efecto, la vida cotidiana se alteró sensiblemente. Todo el país era una trinchera y los amaneceres y las noches se confundían desdibujando los contenidos tradicionales de los días de la semana.

Quizá eso explique porqué uno de los más extensos y exaltados poemas de José Álvarez Baragaño, titulado Himno a Camilo Cienfuegos, publicado en la edición del 26 de octubre de la revista Bohemia de aquel año, pasara inadvertido a críticos y antólogos, y ni siquiera sus más cercanos amigos lo recuerdan.

En mi caso lo descubrí en octubre del pasado año cuando me asomé a crónicas y reportajes ya prestigiados por cuatro décadas que convertían en historia lo que antes fue un gran acontecimiento a la vez íntimo y público. Ilustrado por Ávila, quien nos regala una personal imagen del héroe en la página que abre la entrega, el Himno a Camilo Cienfuegos se desplaza a lo largo de otras seis páginas en cerca de quinientos treinta versos, escoltado por otras ilustraciones de nuestro amigo diseñador y pintor.

Este hallazgo nos remite de inmediato a otras obras de Baragaño de su última etapa, especialmente a su conocido y reconocido Himno a las Milicias donde las imágenes sobrevivientes de su intensa práctica surrealista arden en el canto de combate. En el canto a Camilo los días de la Sierra Maestra y de la invasión y sus duras pruebas son recreados: Oh, noches sin descanso/ nuestros nombres/ agregan materia al infinito/ Oh preguntas del hombre/ quemadas por el fósforo/ Oh manos del hombre/ por la pólvora honradas/ Oh pechos del hombre/ en silencio partidos/ Oh gran patria del hombre/ recuerda nuestros pasos/ Medimos la tierra/ con nuestros pies desnudos...

Apenas dos meses antes de la Crisis de Octubre Baragaño fallecía repentinamente. Hubiese cumplido treinta años justamente, el día en que se recordaba el tercer aniversario de la desaparición de aquel a quien Fidel evocó con dolorosa sobriedad como el compañero de los días difíciles, y por el momento ignoramos cuándo envió su Himno a la revista, pero evidentemente sentía la necesidad de intentar un poema donde el legendario Comandante, a quien conoció en los pocos meses que logró vivir en el año 1959, narrara hazañas de la Sierra y el Llano.

Lo asistían sus lecturas y vivencias europeas, pero también su participación como miliciano en Girón y en el Escambray. No había cambiado totalmente su manera de abordar el hecho poético, mas los crepúsculos invernales, la soledad de las buhardillas, la bohemia, daban paso a las ráfagas, al torrente rebelde, pues no se trata de un poema perfecto, sino de una estampida, un desbordamiento: Territorio sumergido/ en el agua y el fuego.../ Cielos últimos/ Aguas/ Nadie pudo quitarnos el corazón.../ Renacían las hojas muertas/ para llamarnos al asalto del cielo/ en las cumbres del mundo/ nuestros huesos cantando...

Al final, como en la tragedia clásica, el que venció en la ruda contienda, es sorprendido por la muerte en plena faena sin que la barba florida, como dice Baragaño, sin miedo al lugar común, haya cambiado su color ni el brazo haya perdido su firmeza. Así pues, hay que honrar al héroe, preservarlo de mistificaciones. Por eso la estrofa final del himno demanda: Camilo no cede/ Camilo no se rinde.../ No lo salude nadie/ cuyas manos/ no hayan trabajado la tierra/ el acero/ la forma o apretado los crepitantes/ fusiles/ de los hombres/ No lo aparten/ de su región de Libertad/ No lo recuerden/ los que traicionaron/ y no lo reconocieron/ cuando llamó a defender/ la cintura amada de la tierra/ Que Camilo es el pueblo.

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